martes, 26 de julio de 2011

UN CIGARRO APAGADO

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Alguien coge un cigarro de su paquete, lo huele y sin más fuego que su deseo, se enciende en ese alguien un paseo imaginativo alrededor de los minutos en que se propone fantasiosamente fumar el cigarro.  Primero silencio y luego una larga inspiración para pensar, ahora sí, más detenidamente, en nada.  Más silencio.  Sobre el hueco de ese silencio, alguien empieza a recordar su infancia, de cómo no sabía del mundo adulto, como aquellos días se le antojan inútiles para la vida competitiva y sin embargo ese silencio de su infancia, es buen refugio para amar la vida.  Quizás no supo, quizás no actuó, ni fue patrón ni marinero, pero si fue amante del existir.  El cigarro ya va terminándose y alguien piensa entonces en las prisas, como de llegar tarde a clase por no haber preparado los libros.  Otra calada y muere el tiempo de la infancia, y muere la memoria y alguien, ahora sí, más sano, se incorpora a la realidad adulta, pero en recuerdo de ese paseo por la niñez, alguien respira profundamente.

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