De repente, casi sin enterarme, me vi empujado al otro lado del zaguán. La puerta se cerró rapidamente detrás mío y me encontré en un lugar oscuro y desconocido, sólo veía una pequeña franja de luz que se filtraba bajo la puerta. Sentí su presencia a mi alrededor, pero no estaba allí para llevarme con ella, ¡ánimo! Sólo fue un aviso. Supe que tenía que seguir adelante, avanzar, paso a paso fui tanteando mi camino y me encontré en un pasillo luminoso, igual al que quedó tras el oscuro umbral. Superé la prueba y aprendí una lección importante. ¡NO TEMER A LAS PUERTAS!
J. Larrea
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