miércoles, 27 de julio de 2011

LA DAMA. Mitología en Euskal Herria

Cuentan que Mari, (Ama Lur), es la madre tierra de nuestros ancestros. Vivía o vive, en las cuevas de Anboto o Puterri. Decían que si en las cumbres había niebla, es que la dama había hecho el cambio de morada y estaba en el interior de ese monte. Mari y su consorte Maju (Sugaar) tuvieron dos hijos: Mikelats, el genio del mal, y Atarrabi, el hijo benefactor. A Atarrabi también se le llamó Atxular y en el laberinto de Itxima está el ojo de Atxular, como puerta de entrada. Se dice que cuando Mari y su consorte Maju se unen, se cre un furiosa tempestad de lluvia y granizo.

J.LARREA

martes, 26 de julio de 2011

UN CIGARRO APAGADO

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Alguien coge un cigarro de su paquete, lo huele y sin más fuego que su deseo, se enciende en ese alguien un paseo imaginativo alrededor de los minutos en que se propone fantasiosamente fumar el cigarro.  Primero silencio y luego una larga inspiración para pensar, ahora sí, más detenidamente, en nada.  Más silencio.  Sobre el hueco de ese silencio, alguien empieza a recordar su infancia, de cómo no sabía del mundo adulto, como aquellos días se le antojan inútiles para la vida competitiva y sin embargo ese silencio de su infancia, es buen refugio para amar la vida.  Quizás no supo, quizás no actuó, ni fue patrón ni marinero, pero si fue amante del existir.  El cigarro ya va terminándose y alguien piensa entonces en las prisas, como de llegar tarde a clase por no haber preparado los libros.  Otra calada y muere el tiempo de la infancia, y muere la memoria y alguien, ahora sí, más sano, se incorpora a la realidad adulta, pero en recuerdo de ese paseo por la niñez, alguien respira profundamente.

martes, 19 de julio de 2011

DE VIAJE

Un viaje es una pequeña nueva vida.  Todo se renueva. Se suprime completamente la rutina del vivir habitual.  Rutinas de gestos físicos, de maneras de pensar y de estados de ánimo.  La planificación del viaje, la decisión de realizarlo, las expectativas que se crean, son una ansiedad tranquila y placentera. Vivir es ilusionarse, estar interesado, esperar algo. En el trayecto se ve un trozo de paisaje, enmarcado por la ventanilla, que cambia con la suficiente lentitud para disfrutarlo y con la rapidez bastante para no aburrirse.  Se nos aviva la facultad de la atención.  Se nos da tiempo suficiente para ver, pero no debemos distraernos. Cambia el paisaje, progresivamente y nos damos cuenta de que ya estamos en camino.  Vemos y tratamos con gente nueva, compañeros de viaje, llegados a nuestro lado al azar.  No nos conocen ni los conocemos, pero, y quizás por eso, su compañía es agradable.  Surgen en nosotros, espontáneamente, sin esfuerzo, confianza y curiosidad, benevolente de antemano, hacia todos los que nos rodean.  Nos fijamos en la gente, la miramos con simpatía. Pequeñas anécdotas del viaje.  Una niña que se ha quedado atrancada en el W.C. y llama a gritos a su madre.  Observamos el nacimiento de un “ligue” espontáneo entre un hombre y una mujer, jóvenes. Y el paisaje, por la ventanilla, no cesa de cambiar.  El horizonte recto como una cuerda tensa.  Lo montañoso ha desaparecido.  Vemos manchas amarillas de campos de trigo. Llegamos de noche. Al día siguiente nos recibe una luminosa mañana.  Hace calor, pero es seco.  Se respira con facilidad.  El aire entra solo en los pulmones.  El mar está lejos, pero se presiente a la gran ciudad como un navío en medio de la llanura castellana. Se fuma menos.  Las manos están ocupadas, sosteniendo un plano, el dedo índice recorriendo las líneas de metro, discurriendo las conexiones entre las líneas, señalando monumentos conocidos.  Tenemos que orientarnos.  Nos ayuda la amabilidad de la gente. El paladar se desprende de sus rutinas.  Nuevos sabores: horchata, patatas al ali-oli .....Visita al Jardín Botánico.  Miles de aromas en poco espacio.  Es increíble la cantidad de felicidad que puede entrar por la nariz. Las horas de calor paralizan a la gran ciudad.  Siesta en sábanas blancas.  Sobre la mesilla el transistor.  Radio ¡Olé!  Una radio nostálgica. Nos vemos obligados a hacer más ejercicio.  Una ciudad se conquista con la suela del zapato. La vida y un viaje son muy parecidos.  Ambos son hermosos pero breves.  Disponemos de un tiempo limitado y tenemos por delante infinitas posibilidades.  ¡Hay tanto que ver!  Tenemos que elegir con clama, sin prisas, sin avidez.  En el instante elegido pueden caber todos los demás. Nos quedamos con ganas de ver el Museo de Ciencias Naturales. Largas colas en los espectáculos.  Mucha chavalería.  Las vacaciones acaban de comenzar. Sentados en la terraza de un bar, a la sombra de los platanares, nos damos cuenta que los gorriones se acercan mucho, son aquí muy confiados.  Picotean en el suelo, casi a nuestros pies. Regresamos con un agradable cansancio en el cuerpo, que desaparece con una noche de sueño.  Pero el ánimo está mejor dispuesto para vivir.  Las sensaciones del viaje continuarán vivas por algún tiempo en nuestro interior.  En la memoria quedarán para siempre.
            ¿Te acuerdas de aquel viaje que no hicimos a Madrid?


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